miércoles, 30 de mayo de 2012

decir la luz es decir morir.





Pero aquí el corazón seguía siendo el mismo, solamente llevaba abrigo. Creí que lo habrían cambiado, o que le darían cuerda del revés. Pero empezó a amanecer pronto, a anochecer tarde, y llegó la luz. Llegó el calor y por la noche era verano. Salía a la calle con el pelo mojado. El pelo suelto. Y sólo releer a Amy Hempel cuando hay miedo. Y decir el miedo es decir me acuerdo. La luz no da miedo, pero va a amanecer en cuatro horas. La luz no da miedo pero sí los árboles y sí la lluvia y no los aeropuertos. Estar aquí era como estar en ninguna parte. Estar en vuelo. De eso se trataba: primero Berlín, después Copenhague, luego Edimburgo. Nunca estar en casa: de eso se trataba. Morir antes de respirar era lo más fácil para inventarse un compás. Por ejemplo: 1. Vacío, 2. Lleno, 3. Nada.

jueves, 17 de mayo de 2012

un viaje largo.






a esta altura
todo pensamiento
provoca turbulencias

(Rodrigo Álvarez)


Isla de edición (Paradiso, 2012) llegó nadando hasta mi buzón aquí donde siempre llueve. El título responde a la cita de Waly Salomão, a memoria é uma ilha de ediçao. Y así, durante las siguientes páginas, el poeta recrea las experiencias vividas una y otra vez, como un cuadro impresionista, viendo siempre la misma escena bajo distinta luz. Así, las imágenes se suceden jugando a despistar la memoria: si supiera / copiaría el programa / para retocar / aquel viaje a la costa // a la foto / le inventaría / una mano paterna / posada en su hombro, porque la palabra y la imaginación son los únicos que pueden editar los recuerdos y corregirlos, repetir el viaje, ahora dentro, con las visitas memorizadas, las sonrisas sin terminar, los París que hacemos nuestros. Y al final, el reproche, el quizás: ... entonces hubiese comprendido aquella espesura // podríamos haber navegado / aguas más profundas y no / quedarnos en la incertidumbre / de un puerto de marea tan baja. ¿La memoria es un signo de extinción? ¿Un museo de barcas encalladas? ¿O sólo un hilo que caminamos haciendo equilibrio para no caernos pero sin el que es posible continuar? Yo digo: la memoria es el tiempo.

lunes, 14 de mayo de 2012

Reencuentro en la isla: el fuego como idioma.



i.
Podría correr pero todo seguiría siendo llano. Pero nunca llegaría a la montaña. Podría escapar en mitad de la noche en la hora azul. Pero todo seguiría siendo llano. Pero el viento. Pero el azul. Nunca llegaría a la montaña.

ii.
Encendimos un fuego pensando que nunca llegaría el calor.

Llegó el odio, llegó la música, y yo quise volver a nado.

lunes, 7 de mayo de 2012

Todo está bien.






El error es como el alcohol: uno enseguida se da cuenta de que ha ido demasiado lejos, pero en lugar de tener la sensatez de detenerse para limitar las secuelas, una especie de rabia cuyo origen es ajeno a la ebriedad le obliga a continuar. Ese furor, por raro que pueda parecer, podría llamarse orgullo: orgullo de clamar que, pese a todo, hacíamos bien en beber y teníamos razón al equivocarnos. Persistir en el error o en el alcohol adquiere entonces categoría de argumento, de desafío a la lógica: si me obstino, significa que tengo razón, piensen lo que piensen los demás. Y me obstinaré hasta que los elementos me den la razón: me volveré alcohólico, tomaré partido a favor de mi error, esperando a desplomarme bajo la mesa o a que se burlen de mí, con la vaga y agresiva esperanza de convertirme en el hazmerreír del mundo entero, convencido de que al cabo de diez años, de diez siglos, el tiempo, la Historia o la Leyenda acabarán dándome la razón, lo cual, por otra parte, ya no tendrá ningún sentido, ya que el tiempo lo relativiza todo, ya que cada error y cada vicio vivirá su edad de oro, porque equivocarse o no es siempre una cuestión de época. 
(Amélie Nothomb, El sabotaje amoroso)

miércoles, 2 de mayo de 2012

Cómo guiar a un perro lazarillo.




A veces el perro lazarillo se queda ciego con tanta luz. Entonces el ciego tiene que guiarlo. ¿Cómo, si no puede ver? ¿Cómo, si el perro no escucha? A menudo parece que el lazarillo conoce el camino. Se trata sólo de la confianza. De la falta de condiciones. El ciego sólo acaricia. El ciego desconoce el color de su pelaje, pero no duda de él. Porque el ciego no puede ver la luz, pero sí puede tocarla. El tacto es el idioma de los colores. Él es el único que sabe adónde va. No adónde llega.